Introducción

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término salud como “estado completo de bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedades”.  Por lo tanto, el ámbito psicológico de la persona influye de forma determinante en el estado de salud de las personas.

Siguiendo esta línea, hay una serie de factores que afectan al bienestar de las personas que desempeñan un trabajo: los factores psicosociales. Carayon, Haims y Yang (2001) definen los factores psicosociales como las características percibidas del ambiente de trabajo que tienen una connotación emocional para los trabajadores y los gestores. Por su parte, Martín Daza y Pérez Bilbao (1997) las definen como aquellas condiciones que se encuentran presentes en una situación laboral que están directamente relacionadas con la organización, el contenido del trabajo y la realización de la tarea, y que tienen capacidad para afectar tanto al bienestar o a la salud (física, psíquica o social) del trabajador como al desarrollo del trabajo.

Hay que tener en cuenta que factores psicosociales no son exactamente lo mismo que los riesgos psicosociales. Según Griffiths (1999), un riesgo psicosocial laboral es el hecho, acontecimiento, situación o estado que es consecuencia de la organización del trabajo, tiene una alta probabilidad de afectar a la salud del trabajador y cuyas consecuencias suelen ser importantes. Los riesgos psicosociales, a diferencia de los factores psicosociales, no son condiciones organizacionales sino hechos, situaciones o estados del organismo con una alta probabilidad de dañar la salud de los trabajadores de forma importante.

De entre todos ellos, el estrés es probablemente el riesgo psicosocial primero y más global de todos porque actúa como respuesta general ante los factores psicosociales de riesgo, por lo que es muy recomendable trabajar tanto su prevención como su afrontamiento en los trabajadores.

En este sentido, uno de los colectivos más expuestos a este riesgo es el de los profesionales que se dedican a la enseñanza: la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo (2010) realizada por el Ministerio de Trabajo e Inmigración, señala que el 50,5% de los trabajadores del sector de la educación manifiestan un nivel de estrés alto o muy alto. Por este motivo, es más importante aún si cabe trabajar con el colectivo docente el tema del estrés.

Otro riesgo psicosocial importante para el docente relativamente novedoso es el llamado burnout o desgaste profesional, que es el resultado de un proceso de estrés crónico laboral y organizacional que termina en un estado de agotamiento emocional y de fatiga desmotivante para las tareas laborales. Se diferencia del estrés como riesgo psicosocial en sus mayores efectos sobre el agotamiento emocional, más que en el físico, y su consiguiente pérdida de motivación laboral.

El estrés y el síndrome de burnout se pueden agravar debido a las cualidades de la profesión de la enseñanza, que según Marcelo (1994) son las siguientes: burocratización del trabajo del profesor, proletarización e intensificación del trabajo, aislamiento del profesorado, falta de promoción de la carrera y los propios riesgos psicológicos que desentrañan la carrera.

Estas causas de desprofesionalización de la enseñanza se están viendo aún más aumentadas si cabe debido a la situación actual de crisis en la que nos encontramos (con el aumento de exigencias al profesorado, cambios continuos en el currículum, baja valoración social de los docentes…), predisponiendo la aparición de nuevos casos de estrés y burnout.